¿ES HORA DE INTERVENIR SIRIA?



El conflicto en Siria se intensificó este miércoles después de que una explosión en Damasco matara al cuñado del presidente Bashar al Asad, al ministro de Defensa y a un exministro de Defensa.

Durante meses, el enviado especial de Naciones Unidas y la Liga Árabe, Kofi Annan, ha intentado convencer al gobierno sirio y a sus opositores de implementar un plan de paz.

Algunos estados del Golfo Pérsico han dicho que se le debe dar armas y dinero al Ejército Libre Sirio, mientras que Rusia y China se siguen oponiendo con vehemencia a sanciones o acciones militares.

Pero con la suspensión de la misión de observadores de la ONU a Siria, y mientras la lucha se intensifica y se traslada a la capital, persisten las preguntas acerca de si la comunidad internacional debe intervenir, y, en tal caso, cómo y cuándo.
Cinco analistas le dieron su opinión a la BBC.

Elliott Abrams, investigador del Consejo de Relaciones Exteriores y exasistente de George W. Bush.

Si nos tomamos en serio la tarea de ayudar a derrocar el régimen del presidente Al Asad, esto significa armar a los rebeldes, no esconderse detrás de las actuales conversaciones, que son inútiles.
"Sería necesaria una acción militar del tipo de la realizada por la OTAN en Libia, con un poco de ayuda de la Liga Árabe"

Las conversaciones les dan a nuestros líderes una excusa para la inacción, y a Al Asad una fachada detrás de la cual seguir matando. No le dan ninguna protección ni esperanza al pueblo sirio. La valentía de los sirios en su lucha contra el régimen hace pensar que si los ayudamos -con armas, municiones, inteligencia, formación- pueden ganar.

La capacidad que los rebeldes demostraron tener para matar a altos funcionarios del régimen hace pensar que en pocos meses se podría producir la caída del régimen. Pero a medida que aumenta el número de muertos, y si la ayuda a los rebeldes no los conduce a una victoria rápida, sin duda debemos considerar la acción militar directa.
Al Asad, en un caso extremo, pronto podría decidir utilizar su fuerza aérea o atacar con armas químicas a los rebeldes.

¿Vamos a quedarnos cruzados de brazos y ver cómo le echa gas a su propio pueblo?

En ese punto, enfrentamos dos opciones: recurrir a la fuerza, o ver cómo el régimen de Al Asad sigue matando hasta ganar. En términos estratégicos y humanitarios, sería un desastre para nosotros y para los sirios.

Sería necesaria una acción militar del tipo de la realizada por la OTAN en Libia, con un poco de ayuda de la Liga Árabe. La potencia aérea de las bases de la OTAN en Turquía, Chipre, Italia, además de zonas de seguridad en Turquía o dentro de Siria, darían lugar a un rápido fin de la guerra.

Los soldados fieles a Al Asad -una pequeña parte del ejército de Siria- ya están cansados y se verían agobiados. Las deserciones que ya se están dando crecerían rápidamente en número si estuviera claro que vamos en serio. Sin embargo, los sirios se pueden preguntar si ellos también van en serio.

Nikolaos van Dam, exembajador holandés en Irak y Egipto, y autor de "La lucha por el poder en Siria"

Cuantas más atrocidades se cometan en Siria, son más fuertes las voces que piden la intervención extranjera. Las masacres recientes han agudizado los debates. Pero ¿este terrible derramamiento, de sangre es suficiente por sí solo para cambiar drásticamente la situación en lo que respecta a la intervención extranjera?
"La dinámica propia de la democracia indica que "hay que hacer algo", aunque los resultados finales de ese "algo" sean negativos, por no decir desastrosos"
No lo creo. Es muy probable que haya nuevas masacres, y las anteriores siguen frescas en la memoria de todo el mundo. Ahora el mundo, de repente, cambia el enfoque tras los asesinatos de varios altos miembros de alto rango clave del régimen de Baath, y por lo que llaman "la batalla por Damasco".

Los países occidentales que critican con fuerza a Rusia y China tampoco están demasiado interesados en la intervención militar.

Después de los fracasos en Irak y Afganistán son muy conscientes de las consecuencias negativas de otra gran operación militar y aparentemente interminable. Sin embargo, se sienten moralmente obligados a reaccionar, o por lo menos "hacer algo". La dinámica propia de la democracia indica que "hay que hacer algo", aunque los resultados finales de ese "algo" sean negativos, por no decir desastrosos.

No hay ninguna garantía de que se pueda llegar a una solución pacífica a través del diálogo, pero por lo menos vale la pena hacer un último esfuerzo en serio, ya que no hay otras alternativas claras. La mayoría de los otros escenarios parecen conducir a más baño de sangre y guerra civil.

Una condición previa a cualquier éxito es acabar con la violencia, de ambos lados, y, por supuesto, que haya voluntad para hablar en serio.

Deponer al régimen de Al Asad por medios militares no significa que se vaya a instalar una democracia. Al contrario, lo más probable es que se instaure otra dictadura, ya sea como resultado de una guerra civil, de un golpe de Estado interno encabezado por los militares alauitas o una intervención militar extranjera.

Sin embargo, el escenario de un régimen autoritario dispuesto a hacer reformas que condujeran a una mayor democracia sería algo positivo.

Maria Lipman, directora de la revista Pro et Contra del Centro Carnegie de Moscú

"Hay que frenar a un líder malvado que mata brutalmente a sus adversarios". A primera vista, no hay dudas de la verdad moral de esta frase.
"La parte que interviene asume el papel de Dios, ya que decide que algunas personas tienen que morir"

Pero si la miramos de cerca, es una simplificación excesiva. Si la "intervención humanitaria" implica el uso de la fuerza, la parte que interviene asume el papel de Dios, por así decirlo, ya que decide que algunas personas tienen que morir. Mientras que sacrificar las vidas de sus propios ciudadanos -en caso de una guerra u otra emergencia- es una prerrogativa legal de un líder, fuera de su jurisdicción nacional esa condición no existe.

Todas las vidas que se pierden como resultado de la operación de un villano siguen siendo su responsabilidad, pero una vez que las fuerzas extranjeras intervienen, tienen que compartir esa responsabilidad, les guste o no. Y cuantas más muertes, más opacada queda la buena causa original.

Si la lucha es tan atroz que exige una intervención exterior, no se trata de ángeles contra demonios. Si protegen a un bando, las fuerzas de intervención no podrán evitar tener un doble rasero: poner el énfasis en las atrocidades cometidas por los hombres del villano y quitarles importancia a las de sus adversarios.

Si la violencia se termina, la intervención puede quedar justificada, pero la historia generalmente no termina allí.

Es probable que los "ganadores" quieran reasegurarse su victoria, y los "perdedores" busquen venganza. Ninguna de las dos opciones es deseable.

Esto pone en un dilema a las "fuerzas del bien": o declarar su misión cumplida y retirarse, abriendo así el camino para más atrocidades, o quedarse allí, bajo el riesgo de empantanarse en un país extranjero. El impulso moral de intervenir tiene como contracara la responsabilidad moral de las consecuencias.

Liberarse del villano y superar las diferencias internas es una tarea formidable para un país, pero la intervención exterior poco haría para ayudar.

PJ Crowley, exsubsecretario de Estado del gobierno de Barack Obama

Estados Unidos y sus aliados tienen la ventaja política. Rusia, China e Irán siguen defendiendo a Bashar al Asad, pero el precio de hacerlo es cada vez mayor. Será interesante ver, a la luz de los últimos acontecimientos, si cambian de opinión.

El Ejército Libre Sirio no sólo se mantiene en pie, sino que ahora puede trasladar su lucha hasta Damasco y hacia el corazón del régimen. Como hemos visto con Libia, con el tiempo la oposición se hace más fuerte (aunque con ayuda externa) y el régimen se vuelve más débil, hasta que se ve desbordado. Esa misma dinámica se está llevando a cabo en Siria.

"Rusia, China e Irán siguen defendiendo a Bashar al Asad, pero el precio de hacerlo es cada vez mayor. Será interesante ver, a la luz de los últimos acontecimientos, si cambian de opinión"

El presidente Al Asad es un hombre muerto, aunque no se sabe todavía cuándo y cómo caerá.

Podría tomar un tiempo: él puede sentir que no tiene nada que perder y redoblar la violencia una vez más. Pero ahora no es el momento para que Estados Unidos u Occidente cambien su actual enfoque político y diplomático y decidan una intervención militar directa.

La escalada de violencia conlleva costos a largo plazo. Va a ser difícil que Siria sea la misma de antes cuando el conflicto finalmente termine. Lo que EE.UU., Gran Bretaña y los demás deberían hacer es dejarles claro a Rusia y China que están apoyando al bando perdedor y que tienen una última oportunidad para ayudar a derrocar a Al Asad.

Deberíamos trabajar con la oposición, intentar centrarnos menos en la batalla táctica y más en el resultado estratégico: qué sucederá cuando los bombardeos acaben y qué se puede hacer para ayudarle a Siria a recomponerse y seguir adelante.
A veces, menos es más. Estamos en una mejor posición para resolver el problema cuando evitamos meternos en el medio y pasar a ser vistos como parte del problema. El mejor curso de acción en estos momentos es ser solidarios y pacientes, por cierto, una virtud no siempre muy estadounidense.

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