Una corte militar en EE.UU. condenó a cadena perpetua a un sargento estadounidense por asesinato premeditado de civiles en Afganistán cuando encabezaba una unidad del ejército a la que se acusaba de matar "por deporte".
El sargento Calvin Gibbs es el líder de los cinco soldados que fueron acusados de las muertes de tres afganos en la sureña provincia de Kandahar el año pasado.
Gibbs y su grupo fueron hallados culpables de colocar armas a las víctimas para hacerlas pasar por militantes del Talibán e incluso cercenarles partes del cuerpo para llevárselos como "trofeos de guerra".
Uno de los testimonios más determinantes fue el del soldado Jeremy Morlock, que se encontraba en el grupo de militares que asesinó a los civiles y que ya se había declarado culpable de los cargos que se le habían impuesto.
Morlock fue condenado a 24 años de prisión y aceptó testimoniar contra el sargento como parte de su negociación para evitar la cadena perpetua.
El soldado aseguró que Gibbs cortó varios dedos de las víctimas, además de jugar con los cadáveres como si fueran "trofeos de caza".
Con anterioridad Gibbs, admitió que guardó parte de sus restos, pero rechazó declararse culpable de las muertes.